“Y de las profundidades del Infierno, el Gran Paladín ha saboreado la Muerte, la Desesperanza y el fin de todos los mundos. Durante cientos de días, que parecían ser milenios, nuestro Héroe yacía inerte, sometido a las fauces del mismísimo Demonio. Ahora, cabalgando a través de las oscuras cuevas y los pasajes infernales, intenta salir de allí. Intenta volver al paraíso con el cual solía soñar.
Ya en la superficie, bajo la cortina de la noche, y la luz de la luna, él recita…
’Corazón, he vuelto de mi penitencia, mi castigo y mi humillación. Me lo merecía, después de haberte perdido…
Si preciosa, así es… te tuve y yo mismo, quien tanto te perseguía, yo mismo te perdí. Qué maldito tonto e insignificante… con el tiempo pagaré el infinito precio mediante el dolor y el sufrimiento, la humillación y el deshonor. Ha sido el error más grande que he cometido en esta Batalla de mi Vida, y así lo sentiré siempre. La enorme cicatriz traspasando mi carne demacrada, de lado a lado, de alma a cuerpo. Sí que la siento, preciosa… sí que la siento…
Todavía te amo…
Ahora sólo deseo tenerte a mi lado, una vez más, siendo que no merezco ni el recuerdo de tu mirada, ni el rozar de tu piel. De tu tez blanquecina, de tu propia nieve que me refresca y me abriga incluso en las mismísimas noches eternas.
Todavía te amo…
No te preocupes por mí, corazón. Lo mío… no tiene remedio…’
Y con la luna golpeando su rostro apagado, marcha adelante…”
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