Primer Infierno: Contacto.
Ella. La conocí en Marzo si bien recuerdo, en una mañana de charlas. De cabellera oscura y tez blanca. Encantadora. Creo que robaría la mirada de cualquier hombre. Su sonrisa resaltante y su alocada personalidad. Curiosamente, toqué su mano antes siquiera conocerla. Pequeña, pero atrapaba por completo mi todo.
-Entonces el Caballero se impregnó de divinidad y bendijo su armadura.-
Mediamos nuestras primeras palabras a la mitad de la mañana.
-Disculpa...
-¿Sí? - Me sentí enmudecer, y el momento se tornó incómodo.
-Eh... ¿te gusta este estilo de música? - Descaradamente puse un audífono en su oreja y toqué cierta canción para acertar mi hipótesis.
-¡Sí!...¿cómo supiste? - dijo emocionada.
-Por tu anillo. - Mentí, lo noté en su mirada, no sé cómo, pero fue así. Y así comenzó todo. Adivinando una trivialidad.
Reingresando al auditorio, repudié la jornada. Condenadas charlas acerca del emprendimiento y la perfección constante de la persona en el país. Bah... uno que lamentablemente lo aprendió desde pequeño, en el seno familiar, donde la ira sin pretexto del padre luchaba constante contra la serenidad eterna de la madre y era una guerra sin fin. Entonces fue cuando ella tiritó.
-¿Tienes frío?
-Sí... - Sin que ella se fijase, ya me había sacado la camisa, y se la ofrecí.
-Gracias - Me dijo, y la usó como frazada. Su delicadeza de actuar y el perpetuo mirar me conquistaron lentamente. Quizás fue su coqueteo nato. Quizás fueron sus labios color carmesí. Quizás...
De pronto sentí el alivio: la charla tocó su fin. No hallaba la hora de salir de ese lugar, pero algo estaba cambiado y mis tonterías me dejaron llevar por el instante. Quizás para mal.
-El Caballero afiló su espada... -
Al salir, ella me siguió. Charlamos un poco. De todas maneras, el momento lo favorecía. Ella desconocía completamente del lugar... y yo también. Éramos novatos de ese nuevo mundo.
Y en su casa escribí algo. No le di mucha importancia. Lo escribí por querer hacerlo y saciar esa necesidad, como el perro que quiere comer estando lleno.
-¿Puedo leerlo?
-Claro. - Ella era una perfecta hechicera. En su voz yacía el encantamiento y en su mirada la confirmación de éste.
-¡Qué hermoso!
-Quédeselo si lo desea.
-¿Sí?... - se sonrojó. - Muchas gracias... - Y firmé con mi nombre esa hoja.
Arribó la tarde rápidamente, y sin darme cuenta, ya estaba acostado en el pastizal junto a ella. Inserto en la incertidumbre, le confesé media vida. Y ella a mí. Fue nuestro momento.
-¿Cuál es tu fantasía?
-Que llegue mi príncipe a caballo y me rescate de una torre.- Y por un segundo sentí que la amé.
Creo que le dio mucha importancia a una rama cortada, tirada entre hojas secas, porque la recogió y me la dio. Yo la guardé... todavía la tengo guardada. Sentí su mirar ordenándome "cuídala, porque yo te la di". Y he obedecido. Desde ese día que cada pasar de mi existencia posee algo de ella, en mi alrededor o en mi interior.
-Y comenzó la marcha del Caballero... -
Segundo Infierno: Incertidumbre.
Los días siguientes fueron confusos. La presencia divina de ella distorsionaba la realidad como la conocía y la transformaba en un mundo ideal. Coloreaba este ambiente de blanco y negro, floreciéndolo. Sin mayor esfuerzo, se ganó una devoción total de mi ser. Entonces fue cuando quise ser de ella y que mi todo también fuera ella. Ella. Ella. Ella.
Eran las cinco de la mañana, después de una fiesta, en la entrada de su casa. Ni el momento propicio, ni el lugar indicado.
-Te amo. Siento que te mereces la felicidad de todo el mundo y yo trataré de ser el mediador de ella.
-...-Trató de hablar, pero la corté.
-No digas nada. No mates la ilusión. - Y le di un beso en su mejilla sonrojada. Lento, apasionado, como si fuera en sus labios, impregnando un fragmento del amor que sentía, tratando de hacerlo tangible. Tratando de convertirlo en mero placer. La abracé y ella entró a su casa, mirando hacia atrás. Observándome subir esas escaleras, entre los focos de la calle y el ruido silencioso de la noche.
-El Caballero había brindado su primer golpe... comenzó su batalla.-
-Pobre e insignificante ser, condenado a batallar entre fuego y cielo.- Declaró Dios.
-Esta vez será diferente.- Señaló el Caballero, seguro de sus palabras.
Las semanas volaron, y la cotidianidad se hacía presente. La rutina y la homogeneidad de esos días me volvían preso de la realidad, pero la diferencia estaba en ella. Aquella mujer que la veía de momento en momento y sentía que bailaba conmigo, en medio de la explanada, bajo la mirada de todos.
-¿Me dejarás sola?
-Nunca.- Y me abrazaba. Me hacía suyo por unos cuantos segundos, y ésa era mi gratificación temporal. Como pobre niño, volvía a mi casa feliz...
Tercer Infierno: Realización.
Mi trofeo fue su confianza. Poco a poco, ella entraba en mi red de amor y buscaba en mí la sombra del desierto, el paraguas de la lluvia... la tranquilidad del campo de batalla.
-El Caballero siente la victoria llegar, y pelea apasionadamente hasta el fin.-
La noche helada carcomió nuestros cuerpos y nos obligó a acercarnos... como también la voluntad de cada uno. Se dejó querer por un momento... se dejó amar por un segundo, con la inminente invasión de mis labios, quienes rápidamente acertaron en los suyos, en medio de la sorpresa y la ingenuidad. Desesperado, la había besado. Y ella no parecía enfadada.
-El Caballero canta en la fogata junto a sus camaradas, orgulloso del triunfo cometido.-
Mi vida me regaló nuevos tiempos. Su sonrisa era más radiante y yo por fin podía osarme a imitarla. La sentía mía. Durante un mes y medio, el dulce sabor de sus labios quedó prendido en mí, como el licor que recién se prueba.
-La espada del Caballero poseía la rosa de ella... y su pasión había crecido.-
Es un recuerdo alegre... el hecho de robarle un beso. La sorpresa... lo súbito... lo espontáneo. Ella era así... yo lo fui una vez. Con ella.
Cuarto Infierno: Cúspide.
Aunque fueran escasos, los días soleados incrementaban mi amor por ella. Ciego, creía ver la posibilidad de estar con ella. El sentido de mi vida existía y tenía nombre. Me propuse la idea y comencé a salir con ella. Benditos fueron los días en los que todo el mundo dejaba de existir por unas horas, y nosotros dos poseíamos lo nuestro. Forjando cada segundo con un poco de amor, un poco de amistad, más otro poco de verdad, y un último de placer. Era todo perfecto. Invierto minutos en revivir cada instante.
-El Caballero se sentía en la cima de la duna, feliz y satisfecho.-
-Lo siento hijo mío, no eres feliz.- Decreta Dios.
-He peleado y he triunfado. No hay nada que lo cambie.-
Ella me seducía.
-Dime que me quieres.
-Mentiría si lo dijera. Yo te amo.
Difícil es plasmar estos recuerdos en palabras. No poseo poder para siquiera comparar las chispas que despertaron cuando nuestros cuerpos yacían muy cerca y deseaban un poco más. Mi corazón la amó un poco más, usando mis labios y mis brazos como armas, atacando y atacando. Y después del combate, la paz de sus ojos cerrados y su desvanecedor respiro conquistado por el sueño. Mi mano la ayudaba a mantenerse en ese estado. Fui feliz.
Quinto Infierno: Desilución.
-El Caballero refina su vieja armadura, afila una vez más su espada, levanta el escudo y se prepara para la última pelea de su campaña.-
El sexto mes fue el decisivo. Era hora de cambiar mi patética existencia. Hacer formal la inserción de mi niña en mi vida. Fui un alucinado valiente y creyendo dominar el fuego, acerqué mi mano.
-¿Qué sientes por mí?
-Te quiero mucho. Soy feliz contigo. Me encanta estar contigo...
-Pero no me amas...
Entonces me quemé.
-Te lo dije, valeroso Caballero.- dijo Dios.
-Lo sé.- Se levantaba del suelo, con la armadura rota, el escudo partido y la espada trizada.
Mi batalla había terminado. Y lamentablemente no había muerto.
-El Caballero levantó sus armas y partió vuelta a casa, queriendo haberse quedado entre la tierra y una espada.
Friday, September 21, 2007
Thursday, September 20, 2007
Desilución...
"Y la espada es envainada una vez más... la sangre que vertió en batalla no valía la pena..."
Saturday, September 15, 2007
Soliloquio
"¿Por qué el hombre tendrá esa manía de querer saber hacer más cosas? Esa añorada ambición, la destructiva... la que carcome por dentro hasta las putrefactas entrañas del corazón desolado... porque quiere perfeccionarse... porque desea alegrar más a su mujer... o a quien le pretenda hacer suya. Impresionarla. Hacerle saber que la puede enamorar de mil maneras diferentes. Que en el libro de su vida no habrá página en blanco... sin su nombre repetido más de un par de veces. Que puede recordar las primeras palabras que cruzó con ella. Que guardará hasta el final de sus días la flor que le dio sólo porque se la quiso dar. Que su trabajo, su oficio, su cargo, su vocación, su diplomado... a voluntad propia, es amarla... incluyéndome en este soliloquio..."
Tuesday, September 11, 2007
El descanso...
"Ya no hay más batallas. Ya no hay más luchas. El Caballero se encuentra ante una gran encrucijada: El total abandono de esta legendaria conquista... o el millón de años de espera. Por ahora, ha optado por la espera y se ha dejado llevar por su ilusa luz de esperanza. Espera cualquier milagro... el patético fantasma de la ilusión ha invadido una vez más al desgraciado. El viento lo consuela, como también las hojas que fallecen, creyendo que son sus dedos. Y la piensa... constante. La recuerda como un rayo de sol que atravesó su armadura y su corazón. En medio de la paz y la tranquilidad del combate, el Caballero dedica sus pensamientos a su amada. Su pensamiento es su espejo. Su dulce aroma emanado hasta en el más crudo invierno, hasta en el más sangriento campo de batalla, hasta en el más oscuro cementerio de árboles. Su melodía tocada en cada rincón del mundo, viendo las estrellas estremecerse por el violín de su voz. Inmerso en ella, el Caballero comienza su sueño. La siente junto a él... hecha de porcelana... real. El miserable de amor, aprende de ella, bailando con ella, cantando con ella, riendo con ella, imaginando la verdadera vida... la verdadera felicidad. Pero no la quiere soltar. Pobre hombre, sabe que sueña... y no la quiere soltar. El atardecer lo destruye... pidiéndole a ella "quédate..."
Se desvanece, entre rosas de hielo y luces. Entre paraísos y mares. El Caballero se despierta desconsolado... y comienza a caminar."
Se desvanece, entre rosas de hielo y luces. Entre paraísos y mares. El Caballero se despierta desconsolado... y comienza a caminar."
Sunday, September 09, 2007
En la costa...
"Quizás las nubes oscurecían nuestro día, pero tus ojos reflejaban constelaciones enteras. El frío también lo opacaba, mas el abrigo de tus brazos fue mi escudo. Y el mar como pretexto improvisado... y el viento que provenía de él. Amando cada centímetro de tu rostro, cada nota de tu melodía, cada infinidad de tu aura. La esperanza pronta a llegar, en forma de ti, alegrándome... sin importar el tipo de batalla que deba enfrentar por ti. El Caballero ha levantado su espíritu por última vez para terminar con esta legendaria historia... ya te siento llegar, mi amor. Mi espada yacía en el aire, constantemente, y mi mano izquierda buscaba desesperadamente la tuya... pero ya la encontré..."
Thursday, September 06, 2007
¡A la carga!
"Y en el lugar menos apropiado, en el momento menos esperado, el Caballero se somete a la más riesgosa de sus hazañas: La completa aniquilación de sus miedos, la tentación del momento... la eventual derrota de este guerrero, hechizado y confundido... apasionado y sin razón. El cantar de la victoria y el trofeo en forma de beso, la dicha de su aroma. El Caballero de roca, hecho arena. El Caballero de hielo, hecho agua. Ella ahora es su mundo, su Universo entero controlado sólo por la yema de sus dedos y sus labios. La tiene... es suya... por fin lo es. Pero sólo de piel... no de alma. Pero sólo de cuerpo... no de corazón. Sin embargo, el Gran Caballero no piensa dejar el campo de batalla. La lucha continúa... y ante las grandes puertas del infinito, él entra... sin miedo... valiente y osado, sin importar que este portal lidere a las entrañas de Hades. Ya siente el frío otra vez, gritando "¡a la carga!"
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