”Y pensaba conocer cada maldita sensación.
Cada maldito sentimiento.
Y pensaba conocer sus talones de Aquiles,
cuando eran los Elefantes de Aníbal.
Creía haber olvidado el dolor de mi pecho,
la flaqueza de mis brazos,
el cansancio en la batalla.
Y que mi fuente de energía era el pensar en ti,
mi infinidad de sueños a tu lado,
mirándote,
teniéndote,
gozándote.
Pero amor,
todo esto sufrido por ti,
es sólo el comienzo”
Thursday, December 29, 2005
Sunday, December 25, 2005
Carta a Lotte
"Está decidido, Lotte, quiero morir; esto te lo escribo sin ninguna exaltación romántica, sereno, en la mañana del día en que te veré por última vez. Cuando leas esto, cara amiga, ya la fría tumba cubrirá los restos rígidos del intraquilo, del desgraciado que, en los últimos momentos de su vida, no conoce dulzura más grande que la de conversar contigo. He pasado una noche terrible y ¡ay! una noche bienhechora.Ha sido ella la que ha afirmado mi decisión: ¡quiero morir!. Cuando ayer me arranqué de ti, en medio de una sublevación espantosa de mis sentidos, todo aquello se agolpaba en mi corazón, y mi existencia sin esperanza ni alegría al lado tuyo me asaltó con un hielo horrendo; apenas pude llegar a mi habitación, fuera de mí caí de rodillas y, ¡ay, Dios! ¡Tú me concediste el último bálsamo de las lágrimas más amargas! Mil planes, mil expectativas rabiaban en mi alma y, por último, allí estaba, firme, completo, el último, el único, el único pensamiento: ¡quiero morir! Me tendí, y en la mañana, con la serenidad del despertar, todavía sigue firme, todavía está vigoroso en mi corazón: ¡quiero morir! No es desesperación, sino la certidumbre de que he terminado mi sufrimiento y que me sacrifico por ti. ¡Sí, Lotte! ¿Por qué habría de callarlo? Uno de los tres debe irse, quiero ser yo. ¡Oh amada! En este corazón destrozado se ha deslizado rabioso, a veces, el pensamiento...¡de asesinar a tu marido!...¡a ti!...¡a mí!...¡Pues así sea! Cuando escales la montaña, en una hermosa tarde de verano, acuérdate de mí -cuántas veces he subido por el valle- y luego tiende tu mirada hacia el otro lado, al cementerio en que estará mi tumba, y verás cómo el viento mece los altos tallos de la hierba a los rayos del sol poniente. Estuve tranquilo, cuando comencé; ahora...ahora lloro como un niño, porque todo esto se me aparece tan vívido en torno mío.
No me esperas. Piensas que obedeceré y no volveré a verte antes de la Nochebuena. ¡Oh, Lotte! Hoy día o nunca más. El día de Nochebuna tendrás en tus manos este papel, estarás temblorosa y lo humedecerás con tus amadas lágrimas. ¡Quiero, debo! ¡Oh, qué bien me siento al estar resuelto!
Por última vez, pues, por última vez abro estos ojos. Ay, no habrán de volver a ver el sol; un día gris y la neblina lo mantienen cubierto. Así, pues, pena, naturaleza: mi hijo, tu amigo, tu amado se acerca a su fin. Lotte, ésta es una sensación que no tiene igual, pero es lo más cercano al sueño medio inconsciente, cuando uno se dice: esta es la última mañana. ¡La última! Lotte, no tengo comprensión para la palabra 'la última'. ¿No me encuentro aquí en todo mi vigor? Y mañana estaré tendido, lacio, en el suelo. ¡Morir! ¿Qué significa eso? ¿Ves?: soñamos cuando hablamos de la muerte. He visto morir a más de uno; pero la humanidad es tan limitada que no tiene sentido para el principio ni el fin de su existencia. ¡Ahora aún somos tuyo y mía! ¡Tuyo, oh, adorada! Y en un momento, separados, apartados ...¿quizás para siempre? No, Lotte, no...¿Cómo puedo yo dejar de ser? ¿Cómo puedes tú ser pasajera? ¡Porque SOMOS! ¡Pasar! ¿Qué quiere decir eso? ¡Es sólo una palabra! Un sonido vacío, sin sentimiento para mi corazón. ¡Muerto, Lotte! ¡Enterrado en la tierra helada, tan estrecho, tan oscuro! Tuve una amiga que en mi desamparada juventud lo fue todo para mí. Murió y seguí su cuerpo; estuve junto a la tumba cuando bajaron el ataúd; los cordeles hicieron un ruido áspero al pasar por debajo de él y volvieron a rebotar hacia arriba. Luego la primera palada cayó retumbando, y la débil madera resonó con un ruido sordo que se volvió más sordo y cada vez más sordo, hasta que, por último estuvo cubierta. Yo casí de rodillas junto a la sepultura, emocionado, estremecido, angustiado, destrozado lo más íntimo de mi ser; no sabía qué era de mí ni qué sería de mí. ¡Morir! ¡Tumba! ¡No comprendo esas palabras!
¡Oh perdóname! ¡Perdóname! ¡Ayer! Debería haber sido el último momento de mi vida. ¡Oh, ángel mío! Por primera vez, sin duda por primera vez, ardío en lo más íntimo de mi ser el sentimiento de un éxtasis indecible: ¡Ella me ama! ¡Ella me ama! Aún arde en mis labios el sagrado fuego que fluía de los tuyos; una nueva dicha entibia mi corazón. ¡Perdóname! ¡Perdóname!
Ay, sólo yo sabía que tú me amabas, lo sabía desde las primeras expresivas miradas, desde el primer apretón de manos, pero aún así, cuando yo me iba, cuando veía a Albert a tu lado, volvía a desesperar, presa de febriles dudas.
¿Te acuerdas de las flores que me mandaste, cuando en aquella reunión social no pudiste dirigirme la palabra, ni darme la mano? Oh, he estado arrodillado frente a ellas durante la mitad de la noche y me sellaron tu amor. ¡Pero, ay! Estas impresiones pasaron, tal como el sentimiento de la gracia divina vuelve a desaparecer poco a poco del alma del creyente, aun cuando se le hubiese concedido con toda la plenitud divina en la sagrada señal visible.
Todo esto es pasajero, pero ni siquiera una eternidad habrá de apagar la vida ardiente que gocé ayer en tus labios y que ahora siento en mí. ¡Ella me ama! Este brazo la ha estrechado, estos labios han temblado en sus labios, esta boca ha balbuceado junto a su boca. ¡Ella es mía! ¡Tú eres mía! ¡Sí, Lotte, para siempre!
¿Y qué significa eso, que Albert sea tu marido? ¡Marido! Eso será pues, en este mundo, tal como para este mundo sería, pues, pecado que yo te ame, que quiera arrancarte de sus brazos para estrecharte con los míos ¿Pecado? Bien, hago penitencia por él; este pecado lo he saboreado en toda su fruición celestial; de este pecado he sorbido un bálsamo vital y fuerzas para mi corazón. ¡Desde este momento eres mía! ¡Mía, oh, Lotte! ¡Yo te precedo! Voy hacia mi Padre, tu Padre. A Él quiero quejarme y Él me consolará hasta que tú vengas y yo vuele a tu encuentro, te abrace, y esté junto a ti ante la faz del Infinito en un eterno abrazo.
¡No sueño, no desvarío! Cerca de la tumba, la claridad volvió a mí. ¡Seremos! ¡Nos volveremos a ver! ¡Volveremos a ver a tu madre! ¡Yo la veré, la encontraré, ay, y ante ella descansaré todo mi corazón! Tu madre, tu retrato.
(Luego el protagonista recibe las pistolas)
Han pasado por tus manos: tú les has limpiado el polvo, las beso mil veces, tú las has tocado: ¡tú, espíritu del cielo, favoreces mi decisión! Y tú, Lotte, me entregas el instrumento, tú, de cuyas manos quería yo recibir la muerte, y, ay, ahora la recibo. Oh, le he preguntado todo a mi muchacho. Temblabas cuando se las entregaste y no pronunciaste ni un adiós. ¡Ay! ¡Ay! ¡Ni un adiós! ¿Me habrás cerrado tu corazón por culpa de ese momento que me encadenó para siempre a ti? ¡Lotte, ni siquiera un milenio podrá borrar ese recuerdo! Yo siento que no puedes odiar a aquel que arde en esta forma por ti.
Todo está silencioso en torno mío, y mi alma está en paz. Gracias, Dios mío, que a estos últimos momentos les prestas este calor y esta fuerza.
Me acerco a la ventana, querida mía, y veo, y aún veo a través de las nubes que pasan volando borrascosas, algunas estrellas del eterno cielo. ¡No, vosotras no caeréis! El Eterno os lleva junto a su corazón, y a mí también. Vi las estrellas que forman el pértigo del carro, la más querida de las constelaciones. Cuando de noche salía de tu casa, salía de tu puerta, ella se encontraba frente a mí. ¡Con cuánta embriaguez la he mirado! Frecuentemente, con las manos en alto, la he convertido en el signo, en el santo hito de mi dicha presente. Y aún...¡Oh, Lotte! ¡Qué cosa no me hace recordarte! ¿No estás siempre junto a mí? ¿No te he arrebatado, igual que un niño y con muy poca modestia, una cantidad de pequeñeces, que tú, santa, habías tocado?
¡Querida silueta! Te la devuelvo como herencia, Lotte, y te ruego que la honres. Miles y miles de besos he impreso en ella, miles de veces la he saludado, cuando salía o volvía a casa.
Le he pedido a tu padre, en una pequeña misiva, que proteja mi cadáver. En el cementerio hay dos tilos, en el último rincón que da hacia el campo; allí quisiera descansar. Él podrá y querrá hacerlo por su amigo. Pídeselo tú también. No quiero exigir a cristianos creyentes que tiendan sus cuerpos junto al de un pobre infeliz. Ay, yo desearía que me sepultaran junto al camino, o en el solitario valle que el cura y el levita tuvieran que pasar persignándose frente a la lápida marcada y que el samaritano vertiera una lágrima.
¡Aquí, Lotte! No me estremece tocar el frío, el terrible vaso, del cual habré de beber el vértido de la muerte. Tú me lo has pasado y no trepido. ¡Todo, todo! Así todos los deseos y esperanzas de mi vida se cumplen. Pero tendré que golpear tan helado, tan rígido a la férrea puerta de la muerte.
Se me ha concedido la dicha de morir por TI; Lotte, de entregarme por TI! Querría morir valiente, querría morir alegre, si con ello pudiera devolverte la serenidad y felicidad de tu vida. Pero ¡ay!, de este don han gozado muy pocos seres nobles, que pudieron verter su sangre por los suyos y legar, por medio de su muerte, una vida nueva y cien veces más valiosa a sus amigos.
En estos vestidos, Lotte, quiero ser sepultado; tú los has tocado, los has santificado. También se lo he pedido a tu padre. Mi alma estará presente sobre el ataúd. Que no rebusquen en mis bolsillos. Esta cinta rosada, que llevabas prendida al pecho cuando te vi por primera vez entre tus niños...¡Oh, bésalos mil veces y cuéntales del destino de su desgraciado amigo! ¡Los amores! Se arremolinan en torno mío. ¡Ay, cómo me he apegado a ti! ¡Desde el primer momento no pude dejarte! Esta cinta quiero que sea sepultada conmigo. Me la regalaste para mi cumpleaños. ¡Cómo he devorado todo esto! Ay, no pensé que mi senda me conduciría hasta este punto...¡Que estés tranquila! ¡Te lo ruego, mantén la calma!
Están cargadas. ¡Dan las doce! ¡Así sea pues! ¡Lotte! ¡Lotte, adiós! ¡Adiós!"
El amor...amigos míos...no tiene horizonte...
Feliz Navidad...
Dedicado a Werther, de Johann Wolfgang Goethe
No me esperas. Piensas que obedeceré y no volveré a verte antes de la Nochebuena. ¡Oh, Lotte! Hoy día o nunca más. El día de Nochebuna tendrás en tus manos este papel, estarás temblorosa y lo humedecerás con tus amadas lágrimas. ¡Quiero, debo! ¡Oh, qué bien me siento al estar resuelto!
Por última vez, pues, por última vez abro estos ojos. Ay, no habrán de volver a ver el sol; un día gris y la neblina lo mantienen cubierto. Así, pues, pena, naturaleza: mi hijo, tu amigo, tu amado se acerca a su fin. Lotte, ésta es una sensación que no tiene igual, pero es lo más cercano al sueño medio inconsciente, cuando uno se dice: esta es la última mañana. ¡La última! Lotte, no tengo comprensión para la palabra 'la última'. ¿No me encuentro aquí en todo mi vigor? Y mañana estaré tendido, lacio, en el suelo. ¡Morir! ¿Qué significa eso? ¿Ves?: soñamos cuando hablamos de la muerte. He visto morir a más de uno; pero la humanidad es tan limitada que no tiene sentido para el principio ni el fin de su existencia. ¡Ahora aún somos tuyo y mía! ¡Tuyo, oh, adorada! Y en un momento, separados, apartados ...¿quizás para siempre? No, Lotte, no...¿Cómo puedo yo dejar de ser? ¿Cómo puedes tú ser pasajera? ¡Porque SOMOS! ¡Pasar! ¿Qué quiere decir eso? ¡Es sólo una palabra! Un sonido vacío, sin sentimiento para mi corazón. ¡Muerto, Lotte! ¡Enterrado en la tierra helada, tan estrecho, tan oscuro! Tuve una amiga que en mi desamparada juventud lo fue todo para mí. Murió y seguí su cuerpo; estuve junto a la tumba cuando bajaron el ataúd; los cordeles hicieron un ruido áspero al pasar por debajo de él y volvieron a rebotar hacia arriba. Luego la primera palada cayó retumbando, y la débil madera resonó con un ruido sordo que se volvió más sordo y cada vez más sordo, hasta que, por último estuvo cubierta. Yo casí de rodillas junto a la sepultura, emocionado, estremecido, angustiado, destrozado lo más íntimo de mi ser; no sabía qué era de mí ni qué sería de mí. ¡Morir! ¡Tumba! ¡No comprendo esas palabras!
¡Oh perdóname! ¡Perdóname! ¡Ayer! Debería haber sido el último momento de mi vida. ¡Oh, ángel mío! Por primera vez, sin duda por primera vez, ardío en lo más íntimo de mi ser el sentimiento de un éxtasis indecible: ¡Ella me ama! ¡Ella me ama! Aún arde en mis labios el sagrado fuego que fluía de los tuyos; una nueva dicha entibia mi corazón. ¡Perdóname! ¡Perdóname!
Ay, sólo yo sabía que tú me amabas, lo sabía desde las primeras expresivas miradas, desde el primer apretón de manos, pero aún así, cuando yo me iba, cuando veía a Albert a tu lado, volvía a desesperar, presa de febriles dudas.
¿Te acuerdas de las flores que me mandaste, cuando en aquella reunión social no pudiste dirigirme la palabra, ni darme la mano? Oh, he estado arrodillado frente a ellas durante la mitad de la noche y me sellaron tu amor. ¡Pero, ay! Estas impresiones pasaron, tal como el sentimiento de la gracia divina vuelve a desaparecer poco a poco del alma del creyente, aun cuando se le hubiese concedido con toda la plenitud divina en la sagrada señal visible.
Todo esto es pasajero, pero ni siquiera una eternidad habrá de apagar la vida ardiente que gocé ayer en tus labios y que ahora siento en mí. ¡Ella me ama! Este brazo la ha estrechado, estos labios han temblado en sus labios, esta boca ha balbuceado junto a su boca. ¡Ella es mía! ¡Tú eres mía! ¡Sí, Lotte, para siempre!
¿Y qué significa eso, que Albert sea tu marido? ¡Marido! Eso será pues, en este mundo, tal como para este mundo sería, pues, pecado que yo te ame, que quiera arrancarte de sus brazos para estrecharte con los míos ¿Pecado? Bien, hago penitencia por él; este pecado lo he saboreado en toda su fruición celestial; de este pecado he sorbido un bálsamo vital y fuerzas para mi corazón. ¡Desde este momento eres mía! ¡Mía, oh, Lotte! ¡Yo te precedo! Voy hacia mi Padre, tu Padre. A Él quiero quejarme y Él me consolará hasta que tú vengas y yo vuele a tu encuentro, te abrace, y esté junto a ti ante la faz del Infinito en un eterno abrazo.
¡No sueño, no desvarío! Cerca de la tumba, la claridad volvió a mí. ¡Seremos! ¡Nos volveremos a ver! ¡Volveremos a ver a tu madre! ¡Yo la veré, la encontraré, ay, y ante ella descansaré todo mi corazón! Tu madre, tu retrato.
(Luego el protagonista recibe las pistolas)
Han pasado por tus manos: tú les has limpiado el polvo, las beso mil veces, tú las has tocado: ¡tú, espíritu del cielo, favoreces mi decisión! Y tú, Lotte, me entregas el instrumento, tú, de cuyas manos quería yo recibir la muerte, y, ay, ahora la recibo. Oh, le he preguntado todo a mi muchacho. Temblabas cuando se las entregaste y no pronunciaste ni un adiós. ¡Ay! ¡Ay! ¡Ni un adiós! ¿Me habrás cerrado tu corazón por culpa de ese momento que me encadenó para siempre a ti? ¡Lotte, ni siquiera un milenio podrá borrar ese recuerdo! Yo siento que no puedes odiar a aquel que arde en esta forma por ti.
Todo está silencioso en torno mío, y mi alma está en paz. Gracias, Dios mío, que a estos últimos momentos les prestas este calor y esta fuerza.
Me acerco a la ventana, querida mía, y veo, y aún veo a través de las nubes que pasan volando borrascosas, algunas estrellas del eterno cielo. ¡No, vosotras no caeréis! El Eterno os lleva junto a su corazón, y a mí también. Vi las estrellas que forman el pértigo del carro, la más querida de las constelaciones. Cuando de noche salía de tu casa, salía de tu puerta, ella se encontraba frente a mí. ¡Con cuánta embriaguez la he mirado! Frecuentemente, con las manos en alto, la he convertido en el signo, en el santo hito de mi dicha presente. Y aún...¡Oh, Lotte! ¡Qué cosa no me hace recordarte! ¿No estás siempre junto a mí? ¿No te he arrebatado, igual que un niño y con muy poca modestia, una cantidad de pequeñeces, que tú, santa, habías tocado?
¡Querida silueta! Te la devuelvo como herencia, Lotte, y te ruego que la honres. Miles y miles de besos he impreso en ella, miles de veces la he saludado, cuando salía o volvía a casa.
Le he pedido a tu padre, en una pequeña misiva, que proteja mi cadáver. En el cementerio hay dos tilos, en el último rincón que da hacia el campo; allí quisiera descansar. Él podrá y querrá hacerlo por su amigo. Pídeselo tú también. No quiero exigir a cristianos creyentes que tiendan sus cuerpos junto al de un pobre infeliz. Ay, yo desearía que me sepultaran junto al camino, o en el solitario valle que el cura y el levita tuvieran que pasar persignándose frente a la lápida marcada y que el samaritano vertiera una lágrima.
¡Aquí, Lotte! No me estremece tocar el frío, el terrible vaso, del cual habré de beber el vértido de la muerte. Tú me lo has pasado y no trepido. ¡Todo, todo! Así todos los deseos y esperanzas de mi vida se cumplen. Pero tendré que golpear tan helado, tan rígido a la férrea puerta de la muerte.
Se me ha concedido la dicha de morir por TI; Lotte, de entregarme por TI! Querría morir valiente, querría morir alegre, si con ello pudiera devolverte la serenidad y felicidad de tu vida. Pero ¡ay!, de este don han gozado muy pocos seres nobles, que pudieron verter su sangre por los suyos y legar, por medio de su muerte, una vida nueva y cien veces más valiosa a sus amigos.
En estos vestidos, Lotte, quiero ser sepultado; tú los has tocado, los has santificado. También se lo he pedido a tu padre. Mi alma estará presente sobre el ataúd. Que no rebusquen en mis bolsillos. Esta cinta rosada, que llevabas prendida al pecho cuando te vi por primera vez entre tus niños...¡Oh, bésalos mil veces y cuéntales del destino de su desgraciado amigo! ¡Los amores! Se arremolinan en torno mío. ¡Ay, cómo me he apegado a ti! ¡Desde el primer momento no pude dejarte! Esta cinta quiero que sea sepultada conmigo. Me la regalaste para mi cumpleaños. ¡Cómo he devorado todo esto! Ay, no pensé que mi senda me conduciría hasta este punto...¡Que estés tranquila! ¡Te lo ruego, mantén la calma!
Están cargadas. ¡Dan las doce! ¡Así sea pues! ¡Lotte! ¡Lotte, adiós! ¡Adiós!"
El amor...amigos míos...no tiene horizonte...
Feliz Navidad...
Dedicado a Werther, de Johann Wolfgang Goethe
Monday, December 12, 2005
Fin...
¿Trece años?...Cada uno de nosotros tiene su forma de describir el tiempo transcurrido. Sus vivencias. Esos minutos que quisimos que fueran eternos y las horas que alguna vez quisimos matar. Por mi parte, puedo explicarles mi tiempo tan sólo contándoles los últimos dos años. Hay quienes dicen que uno debería recordar sólo lo bueno.
Esos dos años están llenos de palabras, miradas, dedos entrelazados, brazos que atrapan y sobretodo…de locuras. Fueron, son, y serán, la revolución de mi ser y de mi mundo. El apogeo de las pequeñas alegrías. Años que fueron abarcados por personas más que especiales. Pero, ya en el final, me doy cuenta de las cosas que pude hacer, y no quise, como de las que quise hacer y no pude. En el final comenzamos a disfrutar cada momento, cada “te quiero”, y los recuerdos de los años transcurridos nos invaden, hasta alcanzar el punto en que las lágrimas simbolizan el estallido de la nostalgia. Créanme, lo he sentido. “Y el amor, ¿dónde quedó?” me preguntarán algunos. Les contestaré: “No estoy seguro si en un futuro incierto y desconocido o en un sueño”. ¿Por qué menciono el amor?...porque, como una amiga me dijo una vez, “me enamoro de los detalles”.
Siempre habrán cosas de las cuales nos abremos arrepentido de haber conocido,como también,de quienes nos arrepentimos de haberlos perdido por insignificancias...el final tiene su toque de gracia...
Amigos, compañeros, el amor es una gran batalla. Yo lo sé. Sin embargo, he luchado por algo que mi ilusionada mente ha creado. ¿Qué será lo que me depara el futuro? Piensen que cada cosa que ven, cada cosa que escuchan, y cada cosa que sienten, es un nuevo descubrimiento de su vida.
Hasta siempre.
Esos dos años están llenos de palabras, miradas, dedos entrelazados, brazos que atrapan y sobretodo…de locuras. Fueron, son, y serán, la revolución de mi ser y de mi mundo. El apogeo de las pequeñas alegrías. Años que fueron abarcados por personas más que especiales. Pero, ya en el final, me doy cuenta de las cosas que pude hacer, y no quise, como de las que quise hacer y no pude. En el final comenzamos a disfrutar cada momento, cada “te quiero”, y los recuerdos de los años transcurridos nos invaden, hasta alcanzar el punto en que las lágrimas simbolizan el estallido de la nostalgia. Créanme, lo he sentido. “Y el amor, ¿dónde quedó?” me preguntarán algunos. Les contestaré: “No estoy seguro si en un futuro incierto y desconocido o en un sueño”. ¿Por qué menciono el amor?...porque, como una amiga me dijo una vez, “me enamoro de los detalles”.
Siempre habrán cosas de las cuales nos abremos arrepentido de haber conocido,como también,de quienes nos arrepentimos de haberlos perdido por insignificancias...el final tiene su toque de gracia...
Amigos, compañeros, el amor es una gran batalla. Yo lo sé. Sin embargo, he luchado por algo que mi ilusionada mente ha creado. ¿Qué será lo que me depara el futuro? Piensen que cada cosa que ven, cada cosa que escuchan, y cada cosa que sienten, es un nuevo descubrimiento de su vida.
Hasta siempre.
Sunday, December 04, 2005
Nada
"Amor, ya no sé qué decirte...
el "te amo" ya no parece suficiente...
tengo que agregarle un desesperado "te necesito",
y un apasionante "te deseo".
Pero tu mirar de mujer, de bella mujer,
colapsa en todo mi ser,
como el barco chocando contra un acantilado...
Ya no sé qué hacer amor,
dímelo tú,
dímelo tú,
dime algo por favor.
El silencio tuyo es mi infinita soledad.
Vamos amor,
revíveme con un "te amo" tuyo...
Pero te quedas callada...
y no hay nada"
el "te amo" ya no parece suficiente...
tengo que agregarle un desesperado "te necesito",
y un apasionante "te deseo".
Pero tu mirar de mujer, de bella mujer,
colapsa en todo mi ser,
como el barco chocando contra un acantilado...
Ya no sé qué hacer amor,
dímelo tú,
dímelo tú,
dime algo por favor.
El silencio tuyo es mi infinita soledad.
Vamos amor,
revíveme con un "te amo" tuyo...
Pero te quedas callada...
y no hay nada"
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