"¿Cuántos serán los que quedan a mi lado? No lo sé.
Años anteriores, imaginaba a millares siguiéndome el paso, bajo el grito unísono de la fuerza, de la carga, de la batalla. Millares de hermanos, marchando hacia el fin de una senda de nobleza y gloria. Con los días, con los segundos, caían miles. Cientos de miles quedaron atrás. Pocos días faltan para “celebrar” el nuevo año, y no quedan muchos a mi lado. Ni siquiera quedan, ya que es mi batalla, mi espada y mi escudo. Cuesta mundos enteros el darse fuerza a sí mismo, y cuesta un Universo completo mantenerla invicta e intacta ante la corrupción del alma, ante las suciedad indigna de la tentación, del pecado.
Debo confesar que he caído en tentaciones. Y maldita sea que me duele. Como una espada retorciéndose en mi corazón, una y otra vez, lentamente, derramando toda la sangre que intentaba proteger. La verdadera sangre de Reyes.
Siento que no pertenezco a esta era, a este tiempo, a estas tierras. Sin embargo, a duras penas, he logrado hacerme de un lugar, a pesar que la soledad en estas malditas y sangrientas trincheras es inevitable. Los amaneceres rojos, los atardeceres oscuros. Las lunas invisibles, los soles escondidos. Los mares negros, los cielos grises. Miles de días han sido así, y lo serán… yo lo sé. Por lo mismo, me encantan las sorpresas, hechas luces.
¿Qué trato de lograr con esta modesta confesión? Nada, sólo descargar lo que mi alma con tanto dolor alberga. Desatar, por un momento, las bestias encerradas en mi ser. Las que logro ahogar por un instante, para mantener mi posición en el campo de batalla.
Impresionante es, la verdad, la fortaleza infinita de no sólo de mí, sino de quienes logran algo similar, o mucho más.
Pronto, o en diez mil años más, la Victoria será mía. Las lágrimas dejarán de ser derramadas, y los corazones tendrán un respiro de consuelo, ante tantos días rotos. Sólo espero que, en el transcurso de mi propia lucha, encuentre a quien quisiera encontrar. O al menos, a quien creo ya amar. A quien he amado desde el momento que mis ojos se abrieron, tímidos, ante la luz eterna del sol. A quien he amado tan fervorosamente, desde que conozco lo que significa la Batalla de la Vida. A quien he soñado, imaginado, anhelado durante miles y miles de días, sin excepción alguna en ninguno de éstos. Aunque sea por un minuto al día.
Quizás jamás logren derrotarme. Quizás jamás logren abatirme. Quizás sea invencible ante mis enemigos, siendo asesinados por cientos. Pero, sin el corazón amado, la Victoria en la Batalla de la Vida sería inalcanzable.
Digan lo que quieran, es mi Batalla, y la daré hasta la muerte. Lucharé en cada suspiro de mi corazón, lucharé en cada respirar de mi alma. Lucharé por ella. Ni los dioses me detendrán, porque te amo demasiado, dulzura, y, aunque no existas aún, o tal vez exististe en un pasado muy doloroso, sigo adelante por ti. Eres el deseo más grande que poseo, que ni mi propia mente logra contemplarte por completo. Ni el mismísimo Universo logra abarcarte en tu totalidad. Sólo deseo ser suficientemente digno ante tus ojos, ante tu mirar, ante tus exquisitas y suaves manos, rozando cada centímetro de mí, brindándome el consuelo que siempre he querido.
¿Qué dirás, después de todo esto…? Responde… por favor responde…"
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1 comment:
Sigue adelante ....joven caballero...las luchas nunca terminan....el camino se ve solitario....pero recuerda que siempre hay alguien acompañandote...desde el corazón...los senderos y el camino no serán lo mismo...si sientes esa presencia en tu corazón....alentandote...
cariños
Silvia
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