"El Paladín yace solo en lo más hondo del campo de batalla. La lluvia trae consigo tormenta y los truenos del lugar. No se inmuta ante el viento, ni el frío. Espera tranquilo, de pie, de frente. Y de pronto, desde el horizonte, una niebla se asoma. El Paladín levanta su escudo y desenvaina su espada, preparándose para la muerte si es necesario.
La niebla se disipa. Desde la misma, surgen cuatro guerreros montados. Uno porta una gran espada, el segundo un martillo, el tercero una lanza, y el cuarto un arco. Eran los Guerreros de la Muerte. ¡Y justo detrás de ellos, aparece el infinito ejército de la Muerte! Para esto se preparaba el Gran Paladín. Su vida entera dedicada a esta batalla. Todo por este sólo golpe que brindar. La última Gran Batalla.
En su pecho, yace el sentir de la mano de su amada. Allí, en su corazón, guarda codiciosamente el amor que ella le ha entregado. Siente el latir de su corazón, cuando yacían juntos en el lecho divino. Cierra los ojos por un momento, a pesar de la inminente lucha, y la piensa... y la imagina... y la sueña...
'Llegaré un poco tarde a casa, amor... no me esperes despierta...'
Y así, dichas estas palabras, el Gran Paladín marcha una vez más... hacia ese ejército, hacia ese destino, hacia esa batalla, y quizás, hacia ese fin.
... un pilar fundamental en la batalla es la moral... pero el moral del amor, es lejos, el mayor espíritu de todos..."
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