"A pesar de todas las cosas, poseo un deseo loco de dejar todo atrás, renunciar a mi vida entera, y secuestrarte... tenerte para mí por siempre, como el viejo Fantasma de la Ópera a su Christine. No se lo quiero decir a nadie, pero a la vez deseo gritarlo: Me intuyes, me adivinas entero, como la dulce mirada de mi madre buscándome curiosa, tratando de descifrar lo que siento. No creo que en todo este Universo se logre crear otro ser o conocer otro ser tan fantástico como tú. Es fría esta maldita noche... tiritando te escribo... lentamente... sí mi amor, lentamente, con un tiempo que creo tener y a la vez no tenerlo. Por mí simplemente te besaría en una esquina, y en realidad ya lo hice, en tu puerta, como un patético ladrón de amor. Patético de niño. Niño de inocente. Inocente de ignorante. Sí, querida mía, de uno que añora mil cosas, pero todas ellas contenidas en una sola: Tú.
A pesar de todas las cosas, todo esto suena egoísta, banal y meramente terco. Quien tiene que sonreír eres tú. Quien tiene que revivir eres tú. Quien tiene que maravillarse de la hermosa vida que se nos ha brindado eres tú. Tu sonrisa, tu bondad, tu propio tú, merecen de la felicidad del mundo entero. ¿Pero sabes qué, mi amor? Me gustaría ser yo el dueño de esa felicidad a brindarte. Me gustaría ser ese pequeño sol que brillará cada día de tu vida. Me gustaría simplemente que todo tu universo fuera paralelo al mío, y vivir juntos en una eternidad incierta, que sólo nosotros podamos crear y gobernar. Y sino... me gustaría lucharte, pelearte, batallarte con toda la pasión que mereces, niña mía, y morir en el intento. En el intento de algo que valía la pena. En el intento de una felicidad plena. En el intento de mil estrellas iluminando un solo golpe de gloria empuñado en toda mi espada que tiene grabado en su luz tu nombre... intacto. Invencible. Invicto. Que tú seas la Gran Razón de todas mis añoranzas. Sí mi amor... moriría por ti.
El cielo sería más azul si lo miraras constantemente, como así también mi vida si por un momento me quisieras tanto como yo te quiero ahora, en este preciso momento, en el que te pienso incesantemente, y hasta te lloro. Lágrimas saladas, lágrimas ensangrentadas... que poseen tu imagen plasmada. Tu rostro sonriendo plasmado. Como dije una vez, en la primera carta que te dediqué, bella mía: "Quizás qué pensarás de mí después de esto..." Pero, a estas alturas, ya nada importa. Solo venía de visita a este planeta, buscando un roce de alegría, y lo encontré... mi amor te encontré. Nunca creí que realmente existieras. Hasta dudé. ¡Perdóname mi amor por dudar de ti, pero no creí que fuera cierto! Oh, si sólo mi amigo Werther me comprende perfectamente. Por nada ni con nada logro olvidar por un momento la suavidad de tu pelo cosquilleándome el rostro decaído, cuando nuestros brazos se cruzan, cuando más desconfías de mí, porque temes a que ataque otra vez, bella mía. Con nada logro olvidar tus ojos oscuros e intimidantes, conquistadores de mundos. Sí mi amor, una mirada y una sonrisa tuya son tu mejor arma.
Me encanta mirarte, así de detenido como observar el segundero de mi reloj avanzar. Lentamente. Detenidamente. Minuciosamente. Tratando de encontrar el origen de tu bella luz encandiladora. Nunca creí que en este infierno habría un escape de paraíso como tú.
He perdido mi aliento.
Soy un alma en busca de cumplir su último deseo para descansar en paz. Al parecer viviré entremedio de la paz y el infierno. No creas, mi amor, que eres una lágrima en mi vida. Eres sino la ironía de las cosas. Y aún así, cruzaría los senderos de llamas infinitas por ti. Debo amar cada detalle tuyo, porque lo quiero. Debo amar cada palabra que haz dicho, a pesar de que la haya escuchado bien o no por estar más bien fijado en tus ojos. Sí mi amor, me distraes. Apareciste tan súbitamente en mi empobrecida existencia, como la mariposa blanca que de pronto se cruza en el camino de un perro vagabundo. Y entre dejarte volar o atraparte en un vaso de cristal, aunque me duela, prefiero que seas libre, y ciegamente lo hago, queriendo que sólo vueles cerca de mi corazón.
Perdóname. Perdóname por todo esto. Perdóname por todas las cosas de mi vida. Hoy es un día de gloria en tu existencia. 365 días más que vivir. 365 días más en los cuales existir... sólo te digo esto : No existas mi amor... vive. Vive cada día como si fueras a fallecer en el siguiente. Y luego no mueras. Luces y sombras invadirán tu divina presencia. Deseo que prevalezcan indestructibles las luces. Que las sombras sean erradicadas fácilmente. Creo que soy una mi amor. Lo siento.
No te preocupes. Pronto me iré.
Sí... ahí viene mi amor. Ojalá que, cuando mi furibunda cara cruce en el fantástico mundo de tus recuerdos... sonrías. Porque eso quise ser en tu vida: Una sonrisa constante. Como tú lo fuiste en mi vida. No me arrepiento de ello. Nunca. Ni muerto.
Adiós.
Un beso. Siempre tuyo. "
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