“Deposito los pequeños y grandes pedazos de carbón en mi vieja parrilla. Preparo la botella con el típico prototipo de papeles de diario envolviéndola. Creo un orificio en el cual la botella pueda formar la base de una torre, con la cual el papel pueda ser el centro de la pronta llamarada. Extrayendo la botella y ordenando el carbón, cae la primera víctima incendiada, la chispa que originaría mi mayor vicio: El Fuego.
Observo detenidamente cómo el Fuego consume todo a su paso. El papel no vive tanto para contarlo, ni menos las bacterias y el polvo que rodea mi vieja parrilla. Yo, atento, me obsesiono de las llamas a tal punto, que mi mente comienza a inventar escenarios, todos con un aire de ti, mi amor. ¡Y cuán bella te hice! ¡De fuego! Oh, mi amor, cómo danzabas al ritmo unísono de las flamas y el infierno que levanté de mi mente. Cómo tus curvas resplandecientes ardían mis ojos de recuerdos y fotografías. Cómo mis manos intentaban acercarse a ti, mi nuevo Marte, queriendo rozar el calor de tu cuerpo, en vano. Mi piel mortal e insignificante no bastaba para contenerte dos o tres segundos siquiera. ¡Cuán inestable era mi corazón en ese instante! El arder de mi piel, el arder de mis ojos, el arder de mi mente, el arder de mi corazón, inventaron la mejor escena de mi vida: A ti, hecha de Fuego. Eso eres al fin y al cabo. Me abrigas, me reconfortas, me obsesionas, me brindas poder, me enalteces. Mi propio símbolo es el Fuego, es decir, mi propio símbolo eres tú. ¡Tú, amor! ¡Sólo tú! ¡Y cuánta vida habré de desperdiciar tratando de tocarte!
- ¿El fuego está listo?- Me pregunta mi padre.
- Ehh... sí.- Le contesto, distraído.
Quise escribirte esto, antes que la realidad matara mi creación."
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