"Te comparo ante monumentos, obras, creaciones. Desde la mismísima estatua gloriosa de un antiguo guerrero, hasta la más curiosa hazaña del hombre, envuelta en mármol. Pero no... no eres eso...
Te comparo a las cosas, a lo todo, a la nada. A lo indefinible, a lo indiscutible. Desde la mismísima rosa espinada, hasta la mariposa blanca, posando ante la cámara de mi memoria, de mi percepción. Pero no... no eres eso...
Te comparo a lo indescriptible, a lo inabarcable. A la vida, a la muerte, gran amiga mía. Desde la más viva hoja, redoblando esfuerzos en otoño, hasta los restos de aquéllos, de los desgraciados, tirados en medio del olvido. Pero no... no eres eso...
Te comparo a lo elemental. Al susurro del viento, a la furia del fuego, a la tranquilidad del agua, a lo conservador de la tierra. Pero no... no eres eso...
Te comparo a lo intangible. A la imagen divina de los ángeles, a lo endemoníaco de los seres indeseables. Desde el pequeño rayo de luz, dando señas del nuevo día, hasta la cortina negra de la noche, cayendo lentamente. Pero no, preciosa... no eres eso...
Te comparo a ti misma. Al tú del ayer, la del hoy y a la que deseo conocer mañana... y todas son la misma mujer de quien me enamoré...
Voy descubriéndote, y cada vez me gustas más..."
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