Paladín: ¡Vamos maldita sea! ¿Qué esperas? Cada día me levanto, listo para morir, ¿y tú no das señales? Me río ante tu patética aura letal. En mi puño poseo la fuerza del trueno, y en mi alma el grito de millares. ¡Ven, estoy listo! ¿O acaso esperarás el momento exacto? Ya me he enfrentado a ti en incontables ocasiones, y lo seguiré haciendo, hasta que logres vencerme. Sin embargo, no lograrás vencerme del todo. Mi legado será maravilloso, y muchos lo contarán, lo seguirán, e incluso, lo imitarán. Después de mí, habrán unos cuantos más. ¡Envíame a tus asesinos, y que sientan la furia del Universo cayendo en sus corazones llenos de odio! ¡Que la justicia caiga sobre ellos! ¡Por la nobleza de la espada o la fuerza del martillo! Vamos, Muerte, sé que puedes hacerlo mejor. Ya lo has hecho antes…
Y a ti, preciosa, mi más anhelado sueño de vidas antiguas, debo confesarte que he soñado con tu silueta. Te he dibujado constantemente, y a pesar que lleve años haciéndolo, no he logrado descubrirte del todo. Espero que logre encontrarte, antes que Él a mí.
Ángel: Oh Paladín, ya deliras de muerte y destrucción. Escucha tu alma… está llorando de dolor. Así es. Logra escuchar la tonada de suplicios, la más triste de todas. Date cuenta… sólo te sientes solo. Y perdido, y olvidado. Sé que es así. He visto los pasos que has tomado en la Batalla de la Vida. Cada cicatriz que posees, las marcas de esos instantes, aunque estén cerradas, aún las sientes, como el golpe de una espada recién removida de los fuegos infernales. Al rojo vivo.
Paladín: ¿Y qué diablos has de saber tú, bendito? Quisiera ver luchando tus batallas, tus propias batallas, con el coraje y la furia justiciera, como lo he hecho yo.
Ángel: Lo siento, querido. Yo te protejo desde las cimas celestiales. Poseo vida inmortal, y ninguna batalla que luchar. Pero lo que sí soy es el mayor testigo de todos. Yo sólo veo. No siento ni comprendo. Sólo veo y observo.
Paladín: Así es… y qué lástima que sea así.
Ángel: ¿Por qué lo dices?
Paladín: Quisiera que me acompañaras.
Ángel: Ella te sigue. Lo sabes.
Paladín: A pesar que la siga sintiendo conmigo, desde años idos, es inevitable sentir una inmensa soledad.
Ángel: No dejes que eso te destruya, será una victoria para Él.
Paladín: Tranquilo. Me queda mucha vida aún por batallar, por sonreír, por sufrir. Todo sea por ella. Por mi amada...
Ángel: No será en vano. Créeme que no será en vano.
Cada cual se retira a sus respectivos sitios. El Gran Paladín, con aires tristes, mas con un alma de coraje indestructible, retoma su marcha.
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment