"Se sienten los jadeos. El rechinar de las placas de acero. El Caballero inspirándose en sus emociones y en la mujer que abunda en todo su ser completamente, cruzando el infinito campo de batalla, derrotando al innumerable enemigo presente. Mientras tanto, el ángel lo observa, detenidamente. Se pregunta: '¿Cuál fue el día en el que este hombre cualquiera se convirtió en este gran ser? ¿Cuándo fue que adquirió tal valentía, coraje y valor?' El portador de la Gran Armadura, el responsable de ser el verdadero Mártir del Sacrificio, el verdadero devoto único de su propio amor... "¿cuándo fue?" se pregunta el ángel. Irrumpe en su pasado, buscando el momento exacto... y lo encuentra. Un pobre muchacho, común y corriente... colegial. Mocoso para muchos. Hijo de un padre estricto y mortal. Sólo posee a su madre de apoyo. Desesperado. Solitario. Débil. Infeliz. Se considera así mismo insignificante. El ángel no logra comprender por completo que este niño sería quien lo sorprendería en el arte de la dignidad, cargando la espada como vía de felicidad. Entonces logra comprender por qué...
Ella. La niña. Su niña. Su mayor anhelo, sueño y deseo. Sin concepto ni significado alguno conocido. Indefinible. Indeterminable. De tez blanca... divina. Como porcelana de cristal. De un mirar que salvaría al pobre desgraciado de las mismísimas fauces del infierno. De labios gruesos, color carmesí. Imperfectamente perfecta. Un error que Dios cometió, pero que no quiso corregir, porque así tal cual estaba perfecta. El ángel está pasmado. Perplejo. En la memoria del hombre, hay un día remarcado... un 22 de Septiembre. Ése es el día. Ése fue el gran día. La entrega voluntaria del niño. La transformación de hombre a Caballero, y sólo necesitó tres palabras de ella:
'SI TE AMO'"
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1 comment:
Lei tu perfil. tenemos un libro favorito en comun :D
saludos
cuidate !
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