”Te he perdido completamente. Fuiste mía… sí… en mis sueños. La envidia oscurece mi corazón. Ya no hay salvación para mí. Ni mi eterna luz de esperanza me consuela. Muerte… muerte… ¡cuánto quisiera participar en las batallas antiguas, en vez de estar aquí, sufriendo solo, deseando morir, sin cumplirse mi anhelo! Eso preferiría… morir en el intento de ser tuyo… a vivir escribiéndote, en la soledad más grande que existe...”
Te miro y tú no. Te escribo y tú no. Te quiero y tú no… te amo…y tú… no.
¡Cuántas penas, cuánto delirio, cuánto desconsuelo! La soledad me atrapa en su alambre de púas. Cómo me gustaría volver a soñar. A soñarte. Mi mente no sé si está en blanco o negro. Creo que en negro.
¡Cuánto quisiera sentir los fogosos labios de aquélla, sentir la locura de la muerte en un beso eterno, sentir también el consuelo de su voz acariciando mi corazón, sentir su cabello cosquilleando mi alma, sentir su cuerpo, poseerlo, digno festín de dioses!. Sólo pensándote me obliga a jugar con fuego.”
De profundis clamavi cor meum, epur cor tua non contestat, et anima mea non requiescat. A batallar una vez más...con mi lápiz como espada. La batalla, para los valientes, es un viaje sólo de ida.
Friday, May 12, 2006
Wednesday, May 03, 2006
Deambulando...
” ¿A qué he venido? No fui yo, la soledad me trajo. Este maldito ambiente no es para mí. Amigos en grupo, parejas, hablando de cualquier tema que les traiga el alcohol. Algunos ríen, otros aman. Pido mi trago, con ojos casi melancólicos. Está fuerte, no me importa, de todas maneras moriré. Me doy vuelta para contemplar mi alrededor… envidio a aquél que tiene a una mujer. La besa, una y otra vez, como si ese momento fuera a ser el último. “¡Qué hermoso!” me digo. Entonces vuelvo a girar… es allí cuando… mis ojos admiran el espectáculo de placer más impactante jamás visto. Sus finos dedos sostienen su bebida. Tiene un anillo… qué raro… ¿tendrá desconsuelo?... podría ser. Sus piernas suaves y desnudas me seducen… luce un rojo apasionado, un rojo de “tómame, soy tuya. Disfrútame hasta el último rincón de mi cuerpo”. Y sus ojos… ¡oh, maldita sea!... esos ojos son la perdición de mil batallas, de mil infinitos. Su color de pizcas del cielo mata la razón de los hombres. No me atrevo a acercármele. No pretendo depravar su aura divina con mi mortalidad. Me paro y me retiro… hecho una última mirada a mi sueño, a esa mujer curvilínea. Ahora me dejo llevar por la soledad, otra vez… ¿qué me depara el futuro? no lo sé."